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"¿Qué está sucediendo?" Era Jace, habiéndose liberado del grupo de bailarines. Más de las cosas relucientes habían caído sobre él, trozos plateados brillando contra el oro de su pelo. "¿Clary?"
"Lo siento," dijo ella, poniéndose en pie. "Me he perdido en la multitud."
"Me he dado cuenta," dijo él. "En un segundo estaba bailando contigo, y al siguiente habías desaparecido y una loba muy persistente estaba intentando deshacer los botones de mis vaqueros." Cogió la mano de Clary, jugando ligeramente en su muñeca con sus dedos. "¿Quieres irte a casa? ¿O bailar un poco más?"
"Bailar un poco más," dijo ella, sin aliento. "¿Te parece bien?"
"Siguid." Sebastian se inclinó hacia atrás, sus manos paradas detrás de él en el límite de la fuente, su sonrisa como una afilada cuchilla. "No me importa mirar."
Algo brilló a través de la visión de Clary: el recuerdo de una huella de mano ensangrentada. Se había ido tan rápido como había venido y frunció el ceño. La noche era demasiado bonita para pensar en cosas feas. Miró atrás a su hermano por solo un momento antes de que dejara a Jace conducirla de vuelta a través de la multitud hasta su límite, cerca de las sombras, donde la presión de cuerpos era menos agobiante. Otra bola de luz de color explotó en sus cabezas mientras caminaban, dispersando plata, y ella inclinó su cabeza hacia arriba, cogiendo los trozos salados y dulces con su lengua.
Jace se paró y la volvió hacia él. Podía sentir el líquido plateado deslizándose por su cara como lágrimas. Él la atrajo hacia él y las besó, como si estuviera besando lágrimas para quitarlas, y sus labios eran cálidos en su cara y la hizo temblar. Ella alcanzó la cremallera de su chaqueta del ejército, la estiró hacia abajo, deslizó sus manos dentro y sobre el botón de su camiseta, después debajo del dobladillo, sus uñas arañando suavemente sobre las costillas de él. Él se paró y ahuecó la parte de atrás de su cuello con sus manos, apoyándose para susurrarle en el oído. Ninguno de ellos pudo haber dicho si estaban bailando más: la música hipnótica los envolvió, pero Clary apenas se dio cuenta. Una pareja bailando pasó riendo y haciendo un comentario burlón en checho: ella no pudo entenderlo, pero sospechó que se trataba de "cogeros una habitación."
Jace hizo un ruido de impaciencia y después la estaba empujando detrás de él otra vez, a través del final de la multitud y fueron dentro de una de las alcobas oscuras que estaban alineadas en las paredes.
Ésta alcoba era cónica, con un pedestal bajo de piedra en el centro en el cual estaba una estatua de ángel, como de 3 pies de alto. Estaba hecha de basalto negro, pero sus ojos eran de cristal, como ojos de muñeca y sus alas eran plateadas. El suelo era resbaladizo y húmedo. Patinaron a través de ella para llegar hasta la pared, Jace con su espalda contra ésta, y después estaba besándola, magullándose fuerte y con hambre de besos. Probó salado y dulce, también, y gimió mientras ella chupaba el gusto de sus labios. Las manos de ella se enroscaron en su pelo. Era oscuro en toda la alcoba, tan oscuro que el perfil de Jace era de sombras y dorado. Ella apresó los bordes de su chaqueta, sacándoselos de los hombros; se cayó al suelo y la empujó lejos. Las manos de ella subieron por debajo de su camiseta, arañando su espalda, los dedos clavándose en su piel, capas suaves de piel sobre músculo duro.
Jace la besó más fuerte y ella agarró sus hombros mientras él lamía su labio inferior en su boca y la mordía, enviando un shock de placer mezclado con dolor a través de su cuerpo. Se retorció para acercarse más a él y sentir su aliento acelerarse; podía sentir sangre en su boca, sal y calor. Era como si quisieran cortarse el uno al otro, aparte, pensó, para escalar dentro del otro y respirar la respiración del otro y compartir con el otro los latidos de corazón, incluso si los mataba a ambos. Había sangre debajo de sus uñas dónde había arañado la espalda de él.
Jace la presionó hacia adelante, llevándolos a ambos alrededor para que ella estuviera entre su cuerpo y la pared. Mientra se giraban, él rozó el borde de la estatua del ángel, derribándolo al suelo y destrozándolo, además, en una nube de polvo de mármol. Él se rió y se tió al suelo delante de ella de rodillas entre los restos de la estatua rota. Ella lo miró, aturdida por como pasó las manos por sus botas, con las piernas desnudas, con el encaje que bordeaba la parte inferior de su vestido, deslizándolo. Ella contuvo el aliento, mientras sus manos se escaparon como el agua sobre la seda, hasta la cintura, para sujetar sus caderas, dejando vetas de plata en la seda.
"¿Qué estás haciendo?," susurró. "¿Jace?"
Él la miró. La luz peculiar en el club volvió sus ojos en una gran variedad de colores fracturados. Su sonrisa era malvada. "Puedes decirme que pare cuando quieras,"dijo. "Pero no lo harás."
"Jace.." Sus manos en las capas de seda de su vestido, arrastrando el borde, y se inclinó para besar sus piernas, la piel desnuda, donde terminaban sus botas, sus rodillas (¿Quién hubiera dicho que las rodillas eran tan sensibles?) Y más arriba, donde nadie jamás la había besado antes. Los besos eran suaves, y aún cuando su cuerpo se tensó que quería que le dijera que necesitaba más, pero no sabía qué, no sabía exactamente qué necesitaba, pero no importaba porque él parecía saberlo. Ella dejó caer la cabeza contra la pared, medio cerrando los ojos, solo oía el latido de su corazón como un tambor en sus oídos, y más y más fuerte aún.
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